LA “NUEVA NORMALIDAD”: PREPARADOS, LISTOS, ¡FUTURO!

Por Laboratorio Futuro Admin

Por Joaquín S. Muntaner*

“El propósito de mirar al futuro es perturbar el presente” Gastón Berger

Introducción 

¿Quién hubiera imaginado, tan solo algunos meses atrás, que una pandemia global intangible azotaría al mundo entero y cambiaría de forma disruptiva el comportamiento cotidiano? ¿Quién hubiera pensado que de un día para el otro exista la necesidad inminente de reinventarnos para vivir en la “nueva realidad” que se está gestando?

Interrogantes como éstos, sumados a otros más específicos que abordan el proceso de transformación que estamos viviendo, adquirieron un protagonismo exponencial en los debates sobre el futuro pos-pandemia en todas las dimensiones a nivel mundial. 

En este artículo, abordaré algunos de estos cambios y compartiré mi punto de vista acerca de la “nueva normalidad” que se encuentra en pleno asentamiento. Al mismo tiempo, introduciré algunos aspectos conceptuales relacionados a los estudios del futuro, y concluiré con una apreciación sobre por qué es de vital importancia desafiar nuestros mindsets ya establecidos para pensar de forma crítica y divergente, diseñar el futuro que deseamos y prepararnos para vivir en él.

Los estudios del futuro como disciplina científica

Durante los últimos tres meses de encierro, intentando mantener al cerebro oxigenado, entrenado y estimulado, he leído y escuchado un sinnúmero de artículos, papers de investigación, blogs, podcasts y conversaciones acerca de cuáles podrían ser las posibles configuraciones del mundo pos-pandemia. Es decir, una vez que el virus, que quebrantó nuestra “antigua realidad” y revolucionó las estructuras tradicionales preconfiguradas, pase a convertirse en un mero recuerdo anecdótico.

Ahora bien, déjenme decirles en primera instancia que, como sostiene el prospectivista colombiano Dr. Francisco Mojica, “el futuro no es único y lineal, sino incierto y desconocido”. 

Este supuesto representa uno de los mantras más importantes en la disciplina en la que me especializo: los estudios del futuro.

Al analizar los argumentos de Mojica, puede comprenderse el concepto de “Futuribles” o Futuros Posibles desarrollado por Bertrand de Jouvenel en 1964. A partir de esta época, cambió radicalmente la noción acerca de los estudios del futuro pasando de un enfoque singular a uno plural. Es decir, dando cuenta de que existen varias configuraciones posibles del futuro, y que el mismo, no implica una continuación lineal del presente. 

En esta corriente teórica, es donde nace la justificación para desarrollar la capacidad más importante que esta disciplina nos brinda: la capacidad anticipatoria. 

Mas allá de la incertidumbre y el desconocimiento, lo que sí podemos hacer, es explorar, de forma sistemática y crítica, todas las configuraciones que el futuro puede tomar. Seguramente, se deben estar preguntando, ¿Cómo hacemos para explorar algo que es incierto y desconocido?

El estudio del futuro es una disciplina científica que se encarga de explorar, mediante interrogantes, debates y conversaciones, cuáles son todas las posibles configuraciones que el futuro de cualquier fenómeno, lugar y/u objeto puede llegar a tener en un horizonte temporal determinado. Para alcanzar estas configuraciones o imágenes, también conocidas como escenarios futuros, se utilizan incontables herramientas, métodos y técnicas que nos permiten imaginar, diseñar y analizar el devenir y/o la transformación de cualquier cosa que nos imaginemos que existe en el presente.

Ustedes pueden hacer una simple prueba para que vean que no les estoy mintiendo acerca del futuro. Hagan el intento de elegir cualquier objeto/fenómeno/problemática que les interese o les preocupe y escriban en su motor de búsqueda preferido: “el futuro de…”. Automáticamente, podrán observar que, todas las cosas que rigen en la actualidad podrían dejar de existir o bien transformarse en algo diferente en los próximos 10, 20, 30 o 40 años. 

Estudiar el futuro no implica adivinarlo. No son brujerías ni pronósticos exactos, ni tampoco futurología. Se trata de detectar y comprender los cambios emergentes y prepararnos, mediante la acción proactiva, para afrontar los distintos futuros posibles que estos cambios puedan configurar.

Mi trabajo como futurista es ayudar a las personas a identificar e internalizar los cambios invitándolos a debatir, de forma provocativa, acerca de los posibles caminos que el futuro puede tomar, ya sean positivos o negativos. Mi misión es lograr que las personas desafíen sus mentes para pensar de forma creativa, innovadora y divergente, logrando apropiarse de esos futuros y emprender, mediante la acción, el trayecto para alcanzar el que ellos prefieran, como individuos, como organizaciones o como sociedad.

El abordaje de la complejidad

Otra de las preguntas que se deben estar haciendo es: ¿Cómo es posible anticiparse a los cambios si el ritmo de cambio actual se desarrolla, en algunas oportunidades, en cuestión de horas?

La respuesta a esta pregunta se refugia en el estudio y en la comprensión de la complejidad. Uno de los padres del estudio de la complejidad es el filósofo francés, Edgar Morín, quien la definió allí por el año 1990, como un “tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen un mundo fenoménico”. 

Imagínense cuán complejo será nuestro mundo actual en función de esa simple definición, ¿No es cierto? 

Ahora, déjenme decirles que, si uno se detiene a pensar por un momento que todos estos eventos, acciones e interacciones suceden hoy, mayoritariamente, vía plataformas tecnológicas, que transmiten trillones de datos por segundo, intentar anticiparse a los cambios resultaría sin más,  una tarea imposible. 

Pero, al mismo tiempo, Morín nos dice que el pensamiento complejo representa una necesidad para que nuestro conocimiento jerarquice y ordene los fenómenos existentes, buscando poner orden y rechazando el desorden; que debemos afrontar el entramado de las interacciones sistémicas intentando conectar a dichos fenómenos entre sí, enfrentando la bruma y la incertidumbre que reina en los sistemas. 

Lo que quiero expresar con esta cuota literaria, es que la complejidad puede abordarse de forma analítica y comprehensiva para lograr gestionar los riesgos y disminuir la incertidumbre actual. 

Por más compleja que sea nuestra realidad, podemos trabajar para ordenarla y entenderla. No es imposible. Es cuestión de atreverse a desafiar nuestros marcos mentales preconfigurados y estimular la creatividad en el pensamiento. 

La exploración sistemática del futuro nos permite, por un lado, afrontar la complejidad permitiendo desarmar los entramados por más confusos que sean, y por otro, su esencia, nos permite dar un salto cualitativo y lanzarnos más allá del primer paso, al darnos la oportunidad de anticiparnos a los cambios y obrar en nuestro beneficio antes de que sucedan. 

Para retomar el concepto de “nueva normalidad”, tan leído y escuchado en estas últimas semanas, debemos entender primero qué implica un cambio de paradigma a nivel sistémico. 

Un paradigma se compone por principios, conceptos, visiones, nociones y descubrimientos que se relacionan lógicamente entre sí bajo permanentes interacciones. La configuración particular establecida de cada uno de estos elementos, en su conjunto, genera en sí mismo un paradigma. 

La pandemia del COVID-19 representa un evento de ruptura que, en el campo de los estudios del futuro, se lo denomina de baja probabilidad de ocurrencia, pero de alto impacto si sucede. Cuando este tipo de fenómenos acontecen, las reglas del juego establecidas previamente cambian cualitativamente su significado dando origen a una nueva configuración del tablero.

De este concepto teórico, se desprende la idea de la nueva normalidad impulsada por un cambio de paradigma en diferentes sectores, movimientos, organizaciones, sociedades y estados. 

La pandemia ha traído aparejado un proceso de aceleración de diferentes tendencias multidimensionales ya existentes, y la aparición de nuevas variables a nivel mundial que, en el corto, mediano y largo plazo, cambiarán la configuración del presente. 

Procesos tales como la digitalización de la economía, la reconfiguración del empleo, el aumento de la conciencia ambiental y el empoderamiento de los ciudadanos, representan algunos de los incontables fenómenos que, sin dudas, comenzarán a acelerar su asentamiento en todos los países del mundo. La mayoría de ellos incorporan a las tecnologías exponenciales como la inteligencia artificial, el internet de las cosas y la impresión 3D y 4D entre otras,  como plataforma de transformación.

La inevitable gran pausa global que el virus ocasionó en todo el mundo nos ha obligado a sumergirnos en un proceso de metamorfosis y a reinventarnos como personas, como sociedades, como estados y como mundo. 

Debemos comprender que este cambio de paradigma en diferentes sistemas configurará, para muchos, un mundo pos-pandemia diferente al que vivíamos antes de confinarnos en nuestras casas. Cuando todo pase, en algún momento, hay cosas que dejarán de ser funcionales sino se adaptan y/o transforman en función de los cambios que trae consigo la nueva normalidad.

Para comenzar a delinear algunas de las características del entorno que se está configurando es necesario introducir un marco teórico existente, que nos permite abordar la cuestión de forma integral y analítica. 

A diferencia de los enfoques de planeamiento estratégico tradicionales basados en modelos concretos y aplicados por infinitas organizaciones públicas y privadas en el mundo, los estudios del futuro brindan herramientas para lidiar con situaciones bajo un entorno “VUCA”. 

Por su sigla en inglés, “VUCA” hace referencia a: volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. Estas cuatro características hacen en su conjunto que el mundo sea ampliamente impredecible y el futuro lejano aún más irreconocible. 

Las técnicas que la prospectiva estratégica nos brinda en su proceso nos permiten lidiar de forma eficaz con los ambientes VUCA a la hora de tomar decisiones. 

La volatilidad refiere, principalmente, a la rapidez con que los cambios se producen en el contexto actual. El elemento gráfico para representar esta idea es el comportamiento de una montaña rusa subiendo y bajando permanentemente. 

La incertidumbre representa la falta de información sobre los acontecimientos e impactos que cierto fenómeno puede ocasionar. No tenemos la información suficiente para comprender el cuadro completo de situaciones turbulentas. 

La complejidad, característica abordada anteriormente, configura una situación donde múltiples factores de cambio (como el avance de una tecnología en particular) interactúan y se afectan entre sí bajo un mismo sistema, o bien entre diferentes sistemas. Las causas y efectos de los cambios no están claras. 

Por último, tenemos a la ambigüedad. Lo ambiguo implica la falta de un claro y distinguido significado. Un ejemplo para comprender esta característica puede ser la diferencia de percepciones e interpretaciones que los individuos tienen sobre determinados fenómenos, y las acciones que se desprenden de ellas. Esta situación, no nos permite tener el cuadro completo para abordar dicho fenómeno con claridad.    

Díganme si estas descripciones no se asemejan al mundo que estamos viviendo hoy en día. Sin dudas, para identificar, entender y prepararse para los cambios necesitamos enfrentar este tipo de entorno de una manera creativa y proactiva. El ciclo “creación-acción” debe adquirir suma importancia en los tiempos que nos reinan. 

El pensamiento del futuro como habilidad

Como toda habilidad, el pensamiento del futuro puede aprenderse. Aquí no prima la histórica dicotomía entre “se nace” o “se hace”. Definitivamente, cualquier individuo puede entrenar su cerebro para desafiar su propio mindset y lograr imaginar diferentes posibles futuros surfeando en la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad que configura al mundo actual. Simplemente es cuestión de animarse a dar el paso y concientizarse acerca de los beneficios y oportunidades que este tipo de prácticas nos puede brindar. 

Todas las organizaciones del sector privado y, por supuesto, el sector público en su totalidad, se han sorprendido por la explosión del fenómeno del COVID-19. Mas allá de las diferencias entre los países, ninguna, al menos desde los conceptual, estaba preparada para afrontar este tipo de situación, principalmente desde el aspecto psico-social. 

Pero, como sostiene el filósofo Aníbal Romero, la sorpresa ocurre cuando no supimos detectar las señales previas que el entorno nos mostró sobre el tablero. Esta falla, principalmente en Latinoamérica, suele suceder debido a la existencia de una crisis endémica del pensamiento. Crisis que se centra en la imposibilidad de alejar nuestras mentes del corto plazo y ubicarlas en un horizonte futuro de 10, 20 o 30 años hacia adelante. 

Actualmente, Morín, casi a sus 100 años, atribuye la responsabilidad de los “innumerables desastres humanos” a las “carencias de la forma de pensar”.

Uno de los ejemplos claros para observar este fenómeno, es la falta de políticas públicas de Estado que perduren y trasciendan administraciones políticas, y que se diseñen considerando los impactos en las futuras generaciones. Pareciera que no se encuentran motivos ni intereses de atreverse a pensar de otra manera y de poder accionar en el presente para construir y alcanzar un futuro deseado, próspero, positivo por y para todos. 

El paradigma del “apagado de  incendios”, y la necesidad permanente de correr detrás de la coyuntura resolviendo cuestiones “para ayer”, es una cuestión cultural que necesita ser transformada centralmente desde lo cultural. Esta vulnerabilidad estructural que nos define como sociedad, es consecuencia de más de 100 años de historia en dónde no nos hemos atrevido a explorar el futuro en forma sistemática. ¿Habrá sido por miedo? ¿Por desconocimiento? ¿No habrá existido tiempo para hacerlo? ¿Habrá sido a propósito? ¿Quién sabe?… 

El diseño del futuro requiere de un proceso de construcción social que necesita transitar un camino de co-creación guiado por la definición de un sentido compartido acerca de cuáles son las acciones en el presente y cuales sus posibles consecuencias futuras. 

El trayecto hacia cualquiera de estas alternativas posibles debe ser concebido como un desafío colectivo común que tiene como fin último adquirir y desarrollar una capacidad anticipatoria con influencia transgeneracional. Este camino debe ser inclusivo asegurando que los beneficios, que se desprendan de las tecnologías emergentes, sean comunes y compartidos. 

El esfuerzo y la voluntad colectiva son dos de los factores necesarios para lograr fijar metas y objetivos comunes logrando empujar todos hacia el mismo lado del barco. No debemos seguir parados y dormidos en los laureles viendo como todo el mundo construye su propio futuro, forzándonos por defecto a vivir en él, con sus reglas y no con las nuestras. Debemos ser líderes, explorar, estudiar y accionar para construir el futuro que nosotros queremos y no el que otros quieren.

Para ello, el emprendedorismo, guiado por un proceso de estimulación cognitiva para imaginar y diseñar futuros desde el pensamiento creativo, innovador y divergente, sumado al ejercicio de la capacidad de liderazgo y de conciencia colectiva, son algunas de las habilidades blandas vitales que necesitamos desarrollar como seres humanos para el mundo nuevo que comienza. 

La adquisición de una capacidad anticipatoria, a través del estudio del futuro, encarna la habilidad más importante a obtener para enfrentar lo que resta del turbulento siglo XXI. 

Conclusión 

El Profesor Jim A. Dator, sostuvo, durante la década del ´90, que “cualquier idea útil sobre el futuro debería parecer ridícula”.

En esta profesión, como prospectivistas o futuristas tenemos la responsabilidad de convertir esas ideas ridículas en opciones plausibles y accionables, analizando los cambios emergentes,  buscando evidencias (señales, factores de cambio, cisnes negros, etc.), y construyendo diferentes escenarios para evaluar los impactos futuros que el desarrollo de estas pueda ocasionar. Este es el aporte esencial que los estudios del futuro le brindan al proceso de toma de decisiones.

Para que esto suceda, es de suma importancia que el futuro comience por la mente. Sin embargo, sesgos como la sobrecarga cognitiva, el sesgo del statu-quo y del presente, representan algunas de las trabas mentales que dificultan el desarrollo del pensamiento de futuro. 

El aporte de la neurociencia a este proceso ha notado que cuando las personas son interrogadas acerca del futuro, las partes del cerebro que se activan son aquellas asociadas con la memoria. Es decir, se concibe al futuro como una continuación del presente y del pasado y no como algo diferente, alternativo.   

La Fundación de Innovación británica NESTA, sostiene que las historias compartidas, mitos y leyendas pueden ayudar rápidamente a orientar a los individuos a enfrentar los ambientes disruptivos y cambiantes. Este tipo de sesgo puede ser enfrentado con la formación de “nuevas memorias” sobre diferentes posibles futuros mediante experiencias artísticas sensibilizadoras ofrecidas a los ciudadanos. 

El desarrollo del sentido compartido mencionado anteriormente es determinante para abordar este desafío cognitivo.    

Como tomadores de decisión, emprendedores, maestros, profesores, CEO´s, políticos y/o influencers, tenemos el poder para empoderar a cada una de las personas para que piensen en su futuro y en el futuro de todos. Las imágenes colectivas acerca del futuro nos ayudan a orientar y organizar nuestras acciones en tiempos de disrupción. 

La incorporación de este tipo de estudios en las instituciones nacionales, provinciales, municipales y locales públicas y privadas, debería ser hoy, una prioridad organizacional para afrontar la complejidad del mundo actual. 

Debemos preparar a nuestros ciudadanos y organizaciones para el futuro que nos espera ayudando a las comunidades a surfear la incertidumbre y desarrollando capacidad de resiliencia al cambio permanente. 

Si la lógica en este proceso no es transgeneracional, caeremos nuevamente en el paradigma del pensamiento cortoplacista en el que estamos atrapados hace décadas girando en círculos, sin escapatoria. 

De esta manera, impulsaremos el desarrollo de una Argentina colectiva con extremo liderazgo, creatividad, proactividad y conciencia de que el futuro importa, de que el futuro comienza hoy.

Joaquín S. Muntaner | Lic. en Estudios Internacionales y Especialista en Estudios del Futuro Fundador y Director del Instituto Argentino de Estudios del Futuro (IArEF) @somosiaref

BIBLIOGRAFÍA 

Dator, J. (2017). Introducción a los estudios de futuros. Cuadernos del Centro de Investigación en Economía Creativa (CIEC), (47), Centro de Diseño, Cine y Televisión. Marzo, México. 

Jouvenel, B (de) (1964) L ́ Art de la Conjeture. Mónaco, Ed. du Rocher, París, Francia 

Mojica, F. J. (2010). Introducción a la Prospectiva Estratégica para la competitividad empresarial. Bogotá: Cámara de Comercio de Bogotá 

Morin, E. (1996). Introducción al Pensamiento Complejo. Gedisa, Barcelona. 

Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. (Trad. Mercedes Vallejos Gómez). Santillana/UNESCO, París, Francia. 

Romero, A (1992). La sorpresa en la guerra y la política, Editorial Panapo, Caracas, Venezuela. 

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